La pobreza y el racismo fueron solo algunos de los obstáculos a los que se ha enfrentado Rafaela Silva, la judoca que en estos Juegos Olímpicos de Río le otorgó la primera medalla de oro a Brasil, su país natal y anfitrión de este evento.
“Rafa”, como suelen llamarle, nació en 1992 y creció en la empobrecida “Ciudad de Dios”, favela situada en la zona oeste de Río de Janeiro. Como era de esperarse, dentro de este entorno marginado, los sueños y los deseos de superación son muy escasos. Pero su padre al no querer esa vida para su hija, tomó la acertada decisión de inscribirla junto con su hermana en un proyecto social de judo en el Instituto Reação.
Justo ahí, Rafaela descubrió su don y pasión por este deporte. Y con el fin de mejorar sus técnicas y habilidades, recurrió a Bolsa Pódio, un programa perteneciente al gobierno federal que fomenta la participación atlética con un salario mensual. Además, se unió a la Marina brasileña, donde es sargento tercero.
Y de ahí en adelante, Silva comenzó a tener grandes triunfos. Para el año 2008, a la edad de 16 años, Rafa consiguió una de las becas de la Copa del Mundo de Judo y se convirtió en campeona sub-20 del mundo. Tres años después ganó la medalla de plata en los Juegos Panamericanos en México. Sin embargo, en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012, un episodio cambió la vida de Rafaela, pues la descalificaron por un golpe irregular en su segunda prueba.
No sólo tuvo que lidiar con la decepción y la impotencia de regresar con las manos vacías, sino además con los insultos racistas y misóginos que inundaban las redes sociales en contra de su persona, calificándola como “mono” y pidiendo que volviera a su jaula. A pesar de que Rafaela no se mantuvo callada y el Comité Olímpico tuvo que intervenir ante esta situación, claramente este tipo de comentarios y actitudes le afectaron, provocándole depresión, planteándose dejar definitivamente el judo.
Silva pasó meses sin ánimos de levantarse, pero de nuevo su familia junto con su entrenador Gerarldo Bernardes la rescataron de su dolor y la apoyaron para superar estos obstáculos que la habían derrumbado. Fue así como superó su trauma y continuó luchando.
Los resultados no se hicieron esperar: en abril del 2016 ganó el oro en el Campeonato Panamericano de Judo y cuatro meses más tarde Rafaela se proclamó campeona olímpica en la categoría de menos de 57 kg en la primera semana de los Juegos Olímpicos de Río, derrotando a la campeona del mundo, Sumiya Dorjsuren. Por si fuera poco, la victoria de Rafael Silva, significa la medalla número 20 de judo brasileño en la historia de los Juegos Olímpicos.
Asimismo, Rafa expresó: “Quiero mostrar a los que me criticaron en Londres, los que dijeron que soy una vergüenza para mi familia y que un mono pertenece a una jaula y no a las Olimpiadas, que ese mono que se suponía debía estar en una jaula en Londres ha salido de esa jaula y ahora es una campeona olímpica aquí, en Rio de Janeiro. Quiero demostrar que una niña que salió de la Ciudad de Dios y comenzó el judo por diversión es hoy en día campeona mundial y olímpica. Si tienes un sueño, tienes que creer". Su victoria olímpica nos enseña a superar el odio y a seguir nuestro camino aunque el mundo se empeñe en decir que ese no es nuestro lugar. Nada debe detenernos.
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