La conexión existente entre el ser humano y la Tierra es increíble, puesto que ambos funcionan de manera similar en escalas diferentes. La ecología, llevada al plano de las emociones es la muestra perfecta de esta unión con la naturaleza y del equilibrio interior de la persona con su entorno. Aprendamos un poco más de este enfoque y cómo podemos aplicarlo en nuestra vida diaria.
Cuerpo, mente y naturaleza
Al mencionar la palabra ecología, lo primero que se nos viene a la mente son acciones encaminadas al cuidado del planeta y de los seres que en él habitan. ¿No es así? Pues estas ideas no resultan erróneas, ya que dicho término, en cuestiones etimológicas, significa "estudio de los hogares". Tal definición, nos lleva a visualizar al mundo y sus elementos como nuestra casa, por supuesto en una escala superior, en la que somos parte importante y determinante para su desarrollo o bien, su deterioro. Es así, que, la forma en la que cuidamos y manejamos los recursos que la Madre Tierra nos brinda, impactará positiva o negativamente en el futuro inmediato o lejano de ésta. Pues bien, bajo esta simple premisa, intentemos ahora imaginarnos a nosotros mismos tal como un planeta, como un mundo independiente, dentro del cual existe un ecosistema (conformado por emociones), un espacio habitable bajo un sistema cuyos procesos nos impactan en nuestro bienestar, pero a nivel anímico. A grandes rasgos, a esto se refiere la "ecología emocional", establecida en el año 2002, por los expertos en psicología humanista Mercè Conangla y Jaume Sole; definiéndola como el arte de gestionar y transformar positivamente nuestras emociones, con el propósito de lograr un equilibrio interior; y como resultado una mejor calidad de vida, de nuestras relaciones y de nuestro entorno. Dentro de este enfoque, como se explicó en párrafos anteriores, se concibe a nuestra persona como un sistema ecológico, en el cual las emociones en conjunto con los pensamientos, sueños, ilusiones, conocimientos, expectativas y experiencias son los recursos que lo constituyen y que mediante un manejo adecuado se busca la armonía total de la mente y el cuerpo. La vida y la preservación son las apuestas elementales de la "ecología emocional", mientras que la contaminación y la destrucción representan los mayores obstáculos para el individuo.
¿Cómo aplicar la "Ecología Emocional" en mi vida?
Aprender a gestionar las emociones puede ayudarnos a reinventar nuestra persona y nuestra existencia y a descontaminarnos internamente. Sus 7 leyes básicas representan una guía sencilla para aplicar cada día de nuestras vidas y enriquecer nuestro desarrollo y crecimiento personal de forma equilibrada y plena en nuestro entorno. Comencemos: 1. Ley de la autonomía: Ayúdate a ti mismo y los demás te ayudarán. El cuidado personal empieza por uno mismo. Ponernos como prioridad y tener la capacidad de ayudarnos de manera independiente abrirá las puertas a los demás a que también lo hagan cuando lo necesitemos. Es una relación doble y bilateral, pero que nace del amor propio y la preocupación por el bienestar personal. 2. Ley de la prevención de dependencias: No hagas por los demás aquello que puedan hacer por sí mismos. Es importante aprender a respetar el crecimiento propio de cada persona y dejar que sigan su curso natural sin intervenir en lo que no nos corresponde. De lo contrario, se crean relaciones dependientes y desequilibradas, en el que una parte cede el control y no se esfuerza, y en la que la otra lo asume por completo. Cada individuo es dueño de su vida y sus decisiones dependerán de sus herramientas, recursos, experiencias e ideología; y no de las acciones de un tercero. 3. Ley del boomerang o de la correspondencia: Todo lo que haces por los demás también lo haces por ti mismo. Somos seres sociales, por lo que nuestra construcción personal va de la mano con nuestros círculos afectivos. Nuestras relaciones son el reflejo de lo que ofrecemos o lo que no damos. Si emitimos constantemente alegría, tolerancia, empatía, seguramente estarás rodeado de personas que puedan retribuirte tales elementos. Lo mismo sucede con conductas negativas: si siembras ira, egoísmo o violencia, eso mismo cosecharás.
4. Ley del reconocimiento de la individualidad y la diferencia: No hagas a los demás aquello que quieres para ti, pueden tener gustos diferentes. La diversidad cultural e ideológica es la sal de la vida. El respeto a los pensamientos y creencias que contrastan con las nuestras nos permitirá ser más humildes, sensibles y empáticos con los demás y sus procesos vitales. Asimismo, esta ley nos invita a aprender a escuchar y comprender a quienes nos rodean, estar atentos a lo que dicen y a lo que no en conjunto con sus acciones, en busca de un clima más armónico y bienestar colectivo. 5. Ley de la moralidad natural: No hagas a los demás aquello que no quieres que te hagan a ti. Dentro de los códigos éticos, legales y hasta religiosos existe esta ley básica de convivencia que pretende tener presente el respeto por los valores propios reflejados hacia los demás. Y en conjunto, con la ley del boomerang, se refiere a que las conductas negativas que hemos emitido hacia alguien más, terminarán repercutiendo en nosotros tarde o temprano. Desde acciones que parecieran simples como meterse en la fila del cine, hasta situaciones que involucren violencia o agresiones. 6. Ley de la autoaplicación previa: No podrás hacer ni dar a los demás aquello que no eres capaz de hacer ni darte a ti mismo. Solemos creer que pensar primero en nosotros mismos es egoísta, lo cual es todo lo contrario. Amándose uno mismo antes que los demás (sin llegar al narcisismo) es la primicia en la que se basa esta ley, así como las aptitudes y cualidades que mostramos y que deseamos ver en los demás. El cambio y la paz comienzan en nuestra persona y ninguna carencia o vacío puede ser llenado por un tercero. 7. Ley de la limpieza relacional: Tenemos el deber de hacer limpieza de las relaciones que son ficticias, insanas y que no nos dejen crecer como personas. Adiós a la toxicidad. Esta ley nos invita a reconocer y depurar aquellas relaciones que alteran nuestro ecosistema, nos contaminan e impiden nuestro desarrollo, independencia y felicidad. Aquellas en la que somos abusados, humillados y obstaculizados para superarnos. Ya sea dentro de la propia familia, en el ámbito laboral, social y sentimental. Si estar con alguien implica la destrucción del yo, entonces mejor alejarse y procurar el bienestar emocional propio. Finalmente, como complemento a estas leyes, se recomienda no retener aquellas emociones positivas, como la alegría, la ternura y la gratitud. Al no expresarlas, evitamos una mejora en nuestro clima emocional y dejamos de alimentar nuestras relaciones. Aplica la ecología emocional en tu vida y cuéntanos cómo ha influido en tu persona. Autor: Alejandra Núñez. Fuentes: |