Más del 80% de los fallecimientos tiene lugar en el hospital, por ello muchos de nosotros no estamos familiarizados con la muerte. No sabemos cómo es ni cómo enfrentarla. Cuando el final de los días de una persona se acercan muestra algunos signos, no saber que hacer ante ellos nos puede generar angustia y frustación y en lugar de que hagamos sentir cómoda y en paz a esa persona, más aún si somos sus cuidadores principales, le vamos a hacer esos últimos momentos más difíciles, por ello es muy importante estar preparados y conocer los gestos que te permitan controlar mejor la agitación y el terrible dolor que puedes llegar a sentir justo cuando muere un ser querido. Hay algunas señales del momento progresivo de la muerte y aunque no todas las personas las presentan en el mismo orden son muy comunes, a continuación podrás conocerlas con más detalle. 1. Pérdida de apetito
Cuando se acerca la muerte, las necesidades energéticas disminuyen. El individuo empieza a resistirse o a negarse a comer y a beber, y sólo se presta a tomar pequeñas cantidades de alimentos sosos (como papilla de cereales). Lo primero que se rechaza es la carne, porque se digiere mal. Con la muerte al acecho, el individuo puede volverse incapaz de tragar. Qué hacer: no debes forzarle a comer y deberás respetar las señales que da el yacente, por mucho que te pueda preocupar esta pérdida de interés por la comida. Ofrécele con regularidad un poco de helado o un sorbo de agua. Pasa una toalla húmeda y caliente por el contorno de sus labios y si es posible pónle cacao en los labios para que estén húmedos y no le duelan. 2. Exceso de sueño y fatiga Quién está viviendo sus últimas horas pasa dormido la mayor parte del día y de la noche mientras su metabolismo se ralentiza, y la falta de comida y de bebida contribuye a su deshidratación. Despertarlo se vuelve algo complicado, y el cansancio es tal que el individuo ya no alcanza a discernir bien lo que sucede a su alrededor. Qué hacer: deja que duerma, evita despertarlo bruscamente. Parte del principio de que puede oír todo lo que tu le digas, puesto que el oído sigue funcionando, aunque la persona esté inconsciente, o incluso durante el coma. 3. Debilitamiento
La falta de alimentos y el cansancio debilitan a las personas hasta el punto de que pueden volverse incapaces de levantar la cabeza o incluso de sorber de un popote. Qué hacer: céntrate en el bienestar del enfermo, ayúdale para que se encuentre confortable y se sienta acompañado. 4. Confusión Los órganos, y entre ellos el cerebro, empiezan a dejar de funcionar. Hay pocas enfermedades que provocan hiperagudeza (grado elevado de consciencia) cuando el final se acerca. Por lo general, los agonizantes dejan de saber dónde están con exactitud ni quién hay en la habitación. Cada vez hablan y responden menos, o hablan con personas a las que los demás no ven; puede parecer que dicen cosas sin sentido y pueden agitarse y rebuscar entre las sábanas. Qué hacer: mantén la calma y sé comprensivo. Háblale con serenidad y recuérdale quién eres cuando te acerques a él. 5. Dificultades para respirar
La respiración se vuelve irregular, complicada. Los pulmones y la garganta también pueden secretar en exceso, lo que produce ruidos fuertes en las inspiraciones y espiraciones. Este fenómeno se llama estertor. Qué hacer: los problemas respiratorios los pueden percibir los demás pero la persona que está en esta fase del final de su vida no es consciente de estas alteraciones de la respiración. De nuevo, céntrate en su bienestar. Hay posturas corporales que pueden ayudar: la cabeza ligeramente reclinada sobre una almohada, o sentarlo sujetándolo bien con unos cojines y un respaldo sólido, o tumbarlo ligeramente inclinado sobre el costado. Humedécele la boca con una toalla húmeda o con un humidificador y ponle cacao en los labios. Si desprende mucho flujo por nariz y boca, límpiale delicadamente sin intentar sonarle. Permanece tranquilo cerca del enfermo, tiéndele la mano o háblale con suavidad. 6. Aislamiento social A medida que el cuerpo deja de funcionar, quien está postrado pierde el interés por las personas que le rodean. Puede que deje de hablar, que hable de manera incomprensible, que deje de responder a las preguntas o que, simplemente, dé la espalda a quienes le acompañan. Unos días antes del fallecimiento, es posible que la persona sorprenda a sus seres queridos con una última muestra de alegría y afecto, que puede durar desde menos de una hora hasta un día entero. Qué hacer: ten en cuenta que es una parte normal de la senda de la muerte, que nada tiene que ver con la relación que tú tengas con esa persona. Mantén la presencia física tocándole y sin dejar de hablarle, si te sientes capaz de ello, pero sin esperar nada a cambio. Aprovecha cualquier momento de lucidez, si llega, porque pronto se desvanecerá. 7. Disminución de las micciones (orina)
La escasa cantidad de bebida y el descenso de la presión sanguínea contribuyen a disminuir la actividad de los riñones. La orina se vuelve muy concentrada, oscura, rojiza o del color del té. También puede darse una pérdida del control de los esfínteres cuando la muerte acecha. Qué hacer: la disfunción renal hace que aumenten las toxinas en sangre y puede contribuir a provocar un coma apacible previo a la muerte. Al cambiar las sábanas, pon una sábana impermeabilizante sobre el colchón. 8. Hinchazón en pies y tobillos Cuando el funcionamiento de los riñones se ralentiza, puede producirse una retención de líquidos en el cuerpo, sobre todo en las zonas más alejadas del corazón, como los pies y los tobillos. Estas zonas, así como las manos y la cara, pueden llegar a hincharse. Qué hacer: por lo general, no suele aplicarse ningún tratamiento concreto (como diuréticos, por ejemplo) para estos hinchamientos relacionados con la agonía. Es consecuencia natural de la proximidad de la muerte. 9. Extremidades frías
Durante las horas o los minutos previos a la muerte, la circulación sanguínea se aleja de la periferia del cuerpo y se centra en los órganos vitales. Mientras esto sucede, las manos, los pies y los dedos se enfrían y las uñas pueden volverse pálidas o azuladas. Qué hacer: una manta caliente puede ayudar a preservar el bienestar de quien agoniza y a mantenerlo consciente. Podría quejarse del peso, de modo que no se la ajuste demasiado. 10. Venas veteadas La piel, que antes era uniformemente pálida o de color ceniza, se empieza a mostrar de color violeta o azulada. Es uno de los signos de que la muerte es inminente, esto es como resultado de la ralentización de la circulación sanguínea. Las vetas suelen aparecer primero en las plantas de los pies. Qué hacer: no hay nada que debas hacer al respecto, salvo saber que es parte del proceso natural de la muerte y no sorprenderte por ello. Nota: los signos que anuncian la muerte y que se acaban de mencionar describen un proceso de muerte natural. Si se mantiene a una persona con vida de manera artificial (mediante un respirador o tubo de alimentación), el proceso puede ser diferente. Nada hay tan natural como la muerte, pero es inevitable sentir un profundo dolor al presenciar cómo se le escapa la vida de alguien a quien amamos. Si hoy no necesitas esta información, siéntete dichoso de saber que tus seres queridos tienen buena salud, disfrutan de cada instante y siguen gozando de una vida llena de energía a tu lado. Fuentes: |