Romper la vajilla, golpear el televisor y hasta destruir un coche son algunos de los métodos de este tipo de "terapia". Sí, así como lo lees, desde hace ya algunos años, la llamada "destructoterapia" surgió como una alternativa un tanto inusual para canalizar el enojo, estrés y demás emociones. Entérate un poco acerca de esta práctica y sorpréndete.
Una solución diferente
Vivir en un mundo competitivo, con niveles de estrés ascendentes y rutinas aceleradas provocó que, en 2003, naciera un método de liberación personal a través de la destrucción de objetos. No se sabe a ciencia cierta si los pioneros fueron japoneses o españoles, sin embargo, éstos últimos se atrevieron a patentar la técnica, denominándola terapéutica. Y aunque comenzó como una terapia sin fundamentos y hasta la fecha no ha sido avalada por especialistas de la salud mental, cada vez son más lo centros o espacios destinados a este propósito, por los resultados que consigue.
¿Cómo es el proceso?
Normalmente la gente que opta por esta práctica es aquella que está al límite de sus emociones y que no ha encontrado alguna manera de desahogarlas. Son personas cuyo cúmulo de estrés ha sobrepasado sus capacidades, afectando su rutina diaria y relaciones personales. Según los dueños de empresas de "destructoterapia", la mayoría de los asistentes son hombres, con cargos directivos que durante el día a día se enfrentan a la toma constante de decisiones. En cuanto a las sesiones, se inicia a los participantes con una charla sobre el estrés y la ira, y se les prepara para la acción con algunos ejercicios de calentamiento. Comúnmente, la gente que acude llega con las emociones a flor de piel, por lo que cualquier estímulo extra desencadena adrenalina. Por ello, después del calentamiento se busca provocar a los asistentes con música, generalmente heavy metal, a todo volumen. Y al son de la música, los participantes, ya preparados con lentes protectores y herramientas en mano, comienzan a gritar y a tronar globos. Poco a poco va subiendo la temperatura y con ello más objetos se suman a la lista por destruir.
Huevos, platos, celulares, lavadoras, televisores, autos y hasta edificios son algunos de los objetos pulverizados por palancas, bates de béisbol, sierras y martillos. Los gritos liberadores acompañan cada golpe y hay quienes optan por colocar la foto de su jefe o ex pareja encima de su objetivo a destruir. El tiempo de la sesión varía dependiendo de cada establecimiento. Algunos ofrecen una duración de dos horas, mientras que otros dan libertad a los participantes de aliviar su tensión sin un tiempo estipulado. Esto con el propósito de no limitarlos en absoluto. Tras la extenuante actividad, los asistentes entran en una fase de relajación, inundados por una sensación de libertad, limpieza interior y bienestar. Este momento de calma no sólo sirve para tranquilizarse, sino que además ayuda a los asistentes a hacer un análisis de sus emociones, de las causas que detonan estos arranques y a replantearse su estilo de vida.
¿Se promueve la violencia?
El auge de esta práctica atrajo la atención de especialistas y un estudio realizado en el 2009 por el Diario de Psicología demostró que involucrarse en actividades agresivas, aunque reducen el estrés por un momento, a largo plazo incrementan los hábitos de ira y agresión si se practican con frecuencia. En pocas palabras, la "destructoterapia" podría hacernos más propensos a la agresividad en todos los aspectos de la vida. No obstante, los dueños de estos centros de defienden argumentando que no se promueven la violencia. Al contrario, las personas liberan su furia en un ámbito controlado y bajo supervisión. ¿Tú qué opinas?, ¿te animarías a probarla? Autor: Alejandra Núñez. L.C.C. Fuentes:
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